¿A Córdoba la adornan naranjos de frutos amargos?

Los naranjos de Córdoba son una belleza en las calles de la historia y es que caminar por sus calles es como sumergirse en un cuadro vivo
En Córdoba los tonos ocres de la piedra antigua se combinan con el verde intenso de las hojas y el naranja vibrante de los frutos que cuelgan de los árboles. Los naranjos, presentes en avenidas, plazas y rincones del casco histórico, son un emblema de la ciudad. Sus frutos, redondos y brillantes, parecen invitar al caminante a estirar la mano y probarlos. Sin embargo, esa tentación es solo visual, la verdad es que estas naranjas no están hechas para el paladar.
Su aroma, especialmente en primavera, es uno de los sellos más reconocibles de Córdoba. El azahar, con su perfume dulce y fresco, envuelve patios y calles, convirtiendo un simple paseo en una experiencia que despierta los sentidos. Pero aunque la fragancia anuncia vida y frescura, el sabor de las naranjas cordobesas es una historia distinta, son amargas hasta el punto de resultar incomibles.
No es solo cuestión de sabor. Estas naranjas, que se desarrollan sin un control agrícola riguroso, están expuestas a la polución urbana. Los vehículos, la suciedad y la falta de condiciones de cultivo para consumo humano hacen que, aunque vistosas, no sean seguras para comer. Por eso, su función es más estética y aromática que gastronómica. De hecho, son muy valoradas para la producción de fragancias y perfumes, gracias a sus aceites esenciales.
La temporada de producción comienza en otoño y se prolonga hasta bien entrada la primavera. Durante estos meses, las calles se llenan de un espectáculo cromático que contrasta con los cielos azules del invierno andaluz y con los muros encalados que caracterizan a la ciudad. Pero cuando llega el momento de la recolección, la magia visual da paso a un proceso práctico y rápido, una empresa municipal se encarga de recoger los frutos, utilizando maquinaria especializada que evita que las naranjas caigan y se pudran sobre el pavimento.
La recogida no solo es una cuestión de limpieza urbana. Las naranjas caídas pueden provocar malos olores, atraer insectos y generar suciedad en zonas muy transitadas. Además, en calles adoquinadas y con pendiente, las frutas en el suelo pueden convertirse en un riesgo para los peatones. Por ello, la recolección es un operativo anual que se planifica con precisión.
Estos naranjos tienen su origen en la tradición andaluza. Fueron los árabes quienes, siglos atrás, introdujeron en la península ibérica la costumbre de plantar estos árboles en calles y patios, no por su fruta, sino por su sombra, aroma y belleza. Hoy, continúan cumpliendo ese mismo propósito “embellecer y perfumar”

Los naranjos forman parte del paisaje tanto como las campanas de la Mezquita o las bugambilias que trepan por las paredes. Aunque su fruto no sea dulce, su presencia endulza la experiencia de quienes la recorren.
Córdoba, con su Mezquita-Catedral, sus callejuelas empedradas y sus patios floridos, ha sabido mantener viva esta herencia.
En Córdoba, la belleza está en saber mirar… y en saber que, a veces, lo más tentador es solo para admirar, no para probar.